lunes, 3 de septiembre de 2007

Cuentos para Dormir


Era una casa grande y antigua, de cuentos hechizados y olores húmedos que dan escalofríos hasta los huesos. Siempre paseaban las almas en aquel cuarto pútrido y oscuro, el más oscuro de todos, el más frío, el menos brillante. Ese cuarto estaba lleno de muerte, sin encanto, sin vida, con su único olor a olvido de todos los años del mundo y sueños que nunca se cumplieron.
Uniéndose de nuevo mi alma a mi cuerpo, pude sentir el viento helado que traía la noche y armándome de valor, de esa clase de valor que ya no existe al tener frente a ti a la muerte, ingresé en ella. La casa estaba llena de misterios; en cada rincón hay una historia maldita, en cada paso que doy mis pies tiemblan, porque sienten el calor de los cuerpos que oculta el piso. Es una casa que se los traga vivos y absorbe la vida que entra en ella. Las paredes me hablan, o tal vez solo estoy enloqueciendo por los llantos sin voz que poco a poco me van sumergiendo en su sueño.
Intenté regresar por el mismo camino, pero ha desaparecido. La puerta que estaba atrás de mí se la llevaron, mis señales de salida han sido borradas al igual que mis huellas y en donde dejé cada rastro ahora solo hay una triste figura marcada con sangre. Este olor me marea y me distrae... ya no veo la ventana... ya no veo lo que hay sobre la mesa, y poco a poco dejaré de ver si sigo paseando por la casa... mientras que los muertos me jalan las piernas.

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